Paraguay se encuentra ante un punto de inflexión en su modelo agrícola, especialmente en lo que respecta al maíz, el segundo cereal más producido en el país. Con resiliencia frente a los desafíos climáticos, el cultivo ha experimentado una expansión estructural, y para la cosecha 2025 se espera recolectar más de 5,61 millones de toneladas, cultivadas principalmente en los departamentos de Itapúa, Alto Paraná, Caaguazú, San Pedro y Canindeyú.
Tradicionalmente, más del 60% del maíz paraguayo se exportaba, mayoritariamente a Brasil, para abastecer a sus industrias avícolas y porcinas, especialmente en los estados del sur, como Paraná, que es el mayor productor de pollo del país. Sin embargo, esta lógica comienza a cambiar. Paraguay empieza a mirar hacia adentro, a transformar el grano que antes salía sin procesar. Como destaca Larissa Barboza, analista senior de StoneX, este movimiento representa más que una tendencia comercial.
“Existe un cambio de paradigma que levanta una discusión mucho más profunda en relación con el desarrollo económico de nuestro propio país… se empieza a preponderar mucho más el análisis de cuánto es lo que se va a comprar internamente y cuánto es lo que se va a transformar dentro del país”, explicó.
Desde 2017, se registra un cambio estructural en la demanda interna, impulsado por el crecimiento sostenido del sector de biocombustibles. Las plantas de etanol a base de maíz han abierto una nueva fuente de consumo que está redibujando el destino del grano paraguayo.
En el análisis realizado por la consultora, se destaca que la producción de etanol no solo aumenta el valor agregado del maíz, sino que también genera subproductos valiosos para la cadena agropecuaria, como el DDG, utilizado como fuente proteica en raciones animales
Esta transición no solo mejora el valor agregado del maíz, sino que también exige una nueva mentalidad de gestión agroindustrial: logística integrada, contratos estructurados, y gestión activa del riesgo de precios.
La expansión de la capacidad instalada para el procesamiento de etanol marca un punto de inflexión económico. Las unidades industriales, dedicadas, flexibles y en desarrollo, están transformando la dinámica del mercado interno.
Las proyecciones son contundentes: el consumo de maíz para etanol podría superar los 2,5 millones de toneladas en 2028, el doble de la demanda actual. Este crecimiento está estrechamente vinculado a:
“La producción de etanol no solo aumenta el valor agregado del maíz, sino que también genera subproductos valiosos para la cadena agropecuaria”, remarcan los analistas del sector.
Además de fortalecer su mercado interno, Paraguay consolida su rol en el equilibrio regional de granos. Estados brasileños fronterizos como Paraná y Mato Grosso do Sul presentan demandas constantes y, en ocasiones, déficits que el maíz paraguayo ayuda a cubrir.
“Si alguna quiebra hay en Mato Grosso do Sul, es Paraguay también quien entra a ser una opción para tener que paliar ese déficit”, señaló Barboza.
Esta demanda fija y estratégica le otorga al país una ventaja competitiva tanto como proveedor regional como productor industrial.
Paraguay se enfrenta hoy a una decisión estratégica: seguir siendo exportador de grano sin procesar o apostar por un modelo de transformación, que convierta al maíz en energía, empleo y desarrollo local.
“La misma materia prima que durante décadas sostuvo la demanda en el exterior ahora puede impulsar una nueva industria energética dentro de Paraguay”, sintetiza el análisis.