La campaña agrícola 2025 avanza en Paraguay con un escenario tan prometedor como desafiante. Las lluvias oportunas y la buena humedad inicial generan un arranque positivo, pero los productores siguen atentos a la volatilidad del mercado internacional, el recuerdo de recientes sequías y la constante amenaza de enfermedades y eventos climáticos inesperados.
Marcio Giordani, productor agrícola de Santa Rosa del Monday, indicó a Valor Agro que “tenemos que ser optimistas. Por ahora el clima está un espectáculo”.
Explicó que el inicio de la siembra, como cada año, se concentró en septiembre, aunque no estuvo exento de complicaciones. Algunos productores debieron replantar por exceso o falta de humedad, y en casos puntuales, parcelas tuvieron hasta cinco resiembras.
Aunque el clima inicial acompaña, el frente comercial se presenta más incierto. Giordani reconoce que hubo una reacción leve en los precios internacionales, que permitió a algunos asegurar ventas a futuro.
Sin embargo, el miedo que dejó la sequía 2021–2022, una de las más duras, frena la decisión de arriesgar anticipadamente. “La gente teme vender y después no cosechar. Siempre está la amenaza de El Niño o La Niña”, señaló.
A esto se suma una brecha creciente entre Chicago y los precios locales. “Chicago sube, pero las multinacionales descuentan más premio; quedamos casi igual que el año pasado”, expresó, aludiendo a descuentos que hoy superan los 60 o 70 dólares.
Sobre productividad, Giordani subraya que el productor paraguayo ya alcanzó un nivel de eficiencia notable. “El productor hace su tarea de casa”, insiste. La inversión en corrección de suelo, fertilización, selección de materiales de alto potencial, controles de roya e insectos forman parte del manejo estándar para buscar rendimientos de 3.500 kg/ha o más. Sin embargo, los últimos cinco años mostraron un patrón repetitivo: los esfuerzos agronómicos chocan con golpes climáticos que impiden alcanzar los techos productivos.
En esta campaña, además, se presentó un elemento adicional: el frío atípico. En algunas parcelas la temperatura cayó a 13°C, lo que no solo retrasa el crecimiento de la soja, sino que favorece la presión de enfermedades como roya y otras enfermedades.
“La soja necesita calor para crecer; con el frío no avanzan”, explicó. Este retraso del desarrollo alarga el ciclo del cultivo, lo que puede resultar positivo solo si se mantienen lluvias regulares en diciembre y enero. De lo contrario, la campaña podría resentirse nuevamente.
El productor también recuerda que el campo sigue siendo una actividad vulnerable por naturaleza. “El agricultor tiene una industria a cielo abierto”, reflexiona. “Hacemos todo lo que corresponde, pero después depende de Dios: que llueva a tiempo y que salga el sol cuando tiene que salir”.
Insistió en que aunque la campaña 2025 arranca con bases sólidas y expectativas renovadas, el éxito final dependerá del equilibrio climático y de una mejora en los precios que permita al productor capitalizarse después de años de márgenes ajustados.
