El anuncio del gobierno argentino de reducir nuevamente las retenciones a la exportación de granos generó un inmediato movimiento en el mercado, pero las verdaderas repercusiones comienzan a discutirse recién ahora, con un día de distancia y más elementos sobre la mesa.
Aunque la noticia sorprendió por su carácter permanente y por el mensaje político hacia el campo, las dudas persisten sobre la magnitud real de su impacto económico, considerando el contexto financiero y productivo que atraviesa el país.
En diálogo con Valor Agro, Daniel Pepa, editor de Valor Agro Argentina, analizó qué puede cambiar y qué no con esta decisión del presidente Javier Milei y del ministro de Economía, Luis Caputo.
Una baja que llega como gesto político más que como incentivo económico
La reducción de entre 1 y 2 puntos porcentuales en los derechos de exportación para soja, maíz, trigo, cebada y girasol llega en un momento donde el gobierno busca recomponer su relación con el campo después de meses de volatilidad cambiaria, presión fiscal y discusiones sobre regulaciones sanitarias.
Para Pepa, el anuncio “tiene más peso político que económico”, ya que no modifica sustancialmente los márgenes del productor en un año ajustado por costos y clima.
De todos modos, dijo que sí envía una señal de previsibilidad, al ser una baja permanente y no transitoria.
“En un país donde la carga impositiva al agro ha sido históricamente volátil, la permanencia es casi tan significativa como el valor en sí mismo”, apuntó.
Un impacto inmediato limitado, pero un efecto psicológico relevante
En términos económicos, la baja es insuficiente para cambiar decisiones productivas ya tomadas, sobre todo en campañas donde los costos dolarizados siguen presionando y la disponibilidad de financiamiento continúa restringida.
Sin embargo, Pepa destaca un efecto no menor: el mercado interpreta que el gobierno seguirá en la línea de reducir cargas y liberar condiciones para exportar.
Esa expectativa, más que el número puntual, es la que puede mejorar la dinámica comercial hacia adelante.
La soja vuelve a mostrar un diferencial competitivo, el trigo respira en medio de una campaña irregular y el maíz se reposiciona levemente como alternativa rentable en las regiones núcleo.
Repercusiones en la cadena: de la industria al productor
La industria exportadora valora cualquier reducción en la alícuota como una mejora en su ecuación, especialmente en un año donde Argentina necesita recuperar participación en mercados clave.
Para los productores, sin embargo, el alivio es parcial. Con una brecha cambiaria aún presente, costos de fertilizantes y logística elevados, y tasas de interés que siguen siendo prohibitivas, la baja no compensa los desafíos estructurales.
Pepa pone el foco en algo clave: “El campo recibe la noticia con satisfacción, pero también con realismo. La medida ayuda, pero no resuelve los problemas centrales.”
