La decisión de Europa de postergar la firma del acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea volvió a poner en primer plano un proceso de negociación que lleva más de 25 años y que, lejos de estar caído, continúa siendo una de las piezas más relevantes del tablero comercial y geopolítico global.
Desde una mirada de largo plazo, Maximiliano Moreno, director del Instituto de Negociaciones Agrícolas Internacionales (INAI) de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, Argentina, sostiene a Valor Agro Argentina que el acuerdo sigue siendo viable, estratégico y necesario, aunque hoy esté condicionado por tensiones políticas internas dentro de Europa.
Moreno recuerda que en diciembre de 2024 se alcanzó el cierre político del texto, luego de décadas de negociaciones técnicas. “No es un documento perfecto para ninguna de las partes, pero es el entendimiento posible”, explicó. Sin embargo, la firma formal, condición indispensable para su entrada en vigor, quedó bloqueada por la falta de autorización del Consejo Europeo, donde confluyeron objeciones lideradas por Francia y reforzadas luego por Italia, Polonia y Hungría.
La clave, según el especialista, está en entender que no se requiere unanimidad, sino mayorías calificadas. En ese esquema, el cambio de posición de Italia, por su peso demográfico, terminó siendo determinante para frenar el proceso. Aún así, Moreno subrayó que la postergación no implica una ruptura, sino una pausa en medio de una fuerte puja política interna dentro de la Unión Europea.
Europa dividida y presiones internas
El trasfondo del freno europeo excede lo comercial. Las resistencias están profundamente ligadas a presiones del sector agrícola europeo, especialmente en países donde el agro tiene fuerte incidencia política. Francia, históricamente opuesta al acuerdo, volvió a jugar un rol central, mientras que Alemania mantiene una postura favorable, evidenciando la fragmentación interna del bloque.
“Después de 25 años de trabajo, tirar todo por la borda no es una opción sencilla”, advierte Moreno, quien interpreta que las señales recientes desde Bruselas apuntan más a una renegociación de tiempos y formas, antes que a un rechazo definitivo.
Mercosur: unidad pese a las diferencias
Del lado sudamericano, el diagnóstico es claro: el Mercosur cumplió con todas las etapas necesarias. Más allá de las diferencias ideológicas entre los gobiernos, los cuatro países fundadores mantuvieron una postura común y activa a favor del acuerdo.
“El bloque hizo todo lo que tenía que hacer. Desde el cierre del texto, el proceso estuvo exclusivamente en manos de Europa”, remarca Moreno, destacando que la falta de avances responde a una incapacidad europea para resolver sus propias contradicciones internas.
Una oportunidad clave para la región
Desde la óptica agroindustrial, el acuerdo Mercosur–Unión Europea representa mucho más que una rebaja arancelaria. Implica acceder a un mercado de 450 millones de habitantes, con alto poder adquisitivo y una demanda anual cercana a los US$ 200.000 millones en importaciones agroindustriales.
“Argentina hoy participa con apenas el 3% de ese mercado, fundamentalmente porque no tiene acuerdos comerciales”, señaló Moreno. En ese sentido, el tratado no solo ampliaría oportunidades de exportación, sino que también ordenaría reglas internas, aportando previsibilidad, transparencia y compromisos que limitan políticas discrecionales.
Mirada a futuro
En un contexto internacional marcado por la fragmentación, el proteccionismo y las tensiones geopolíticas, Moreno entiende que los acuerdos de integración profunda vuelven a ganar valor estratégico. “Son activos que refuerzan reglas, previsibilidad y comercio, justo cuando el mundo parece ir en sentido contrario”, concluye.
La postergación europea, lejos de clausurar el acuerdo, abre una nueva etapa de definiciones políticas. El desafío será si Europa logra destrabar sus internas y si el Mercosur mantiene la presión diplomática para que una negociación histórica finalmente se traduzca en hechos concretos.
