El segundo semestre del 2025 marca un punto de inflexión para la ganadería, en un escenario que vuelve a ofrecer oportunidades en términos de rentabilidad, tecnología y eficiencia. Andrés Canillas, director de la Agropecuaria Oro Verde, analiza cómo los cambios en los precios de la carne y los granos están reconfigurando las decisiones del sector.
Durante los últimos años, el negocio ganadero atravesó momentos de fuerte tensión, especialmente a partir de 2020. “Fueron años muy difíciles. La ganadería es una actividad de rentabilidad estable, no de márgenes altos, pero sí de volumen. Y cuando esa estabilidad se rompe, el impacto es profundo”, señaló a Valor Agro.
La caída simultánea del precio de la carne, tanto en el mercado interno como en el externo, sorprendió a muchos productores en plena etapa de intensificación. “Nos acostumbramos a olas de buenos precios, lo que nos llevó a tecnificarnos. Pero cuando el precio baja, no nos podemos bajar de la ola así nomás. Ahí vienen los golpes”, explicó.
Hoy, con un repunte en el valor de la carne y una significativa baja en el costo del maíz, el panorama comienza a cambiar. “Esta nueva ecuación nos da la oportunidad de alimentar con grano barato, lo que fortalece sistemas más eficientes”, afirmó.
En este contexto, resurge con fuerza el modelo de engorde intensivo, especialmente en los últimos 100 a 120 días del ciclo. “El sistema pastoril sigue siendo el más rentable por su bajo costo. Pero con un empujón final en corral, podés acelerar el engorde y mejorar la terminación del ganado”, sostuvo.
Canillas destacó que este segundo semestre ofrece condiciones óptimas para finalizar animales, algo que no era viable con precios anteriores. “Hay una buena ecuación. La relación entre el costo diario de alimentación y la ganancia de peso se traduce en una renta interesante, siempre que se mantenga un buen control de costos. No se trata solo de dar de comer, hay que seguir de cerca el valor de la carne”, remarcó.
Si estos valores se sostienen, agregó, el productor tendrá margen para consolidar lo trabajado en el primer semestre y proyectar a futuro.
Desde su visión, este escenario también favorece la eficiencia en el uso del campo. “El corral libera pasturas, permite aumentar la carga y mejora la productividad por hectárea. Además, acelera los procesos: se pueden cargar animales más livianos en verano y luego encerrarlos en invierno u otoño para completar una invernada corta. A eso yo le llamo eficiencia: 10 meses a pasto y tres o cuatro a corral”, explicó.
Ese esquema, señaló, permite un giro de capital ágil y responde a las exigencias de la industria. “Los frigoríficos buscan animales homogéneos, bien terminados, con buen peso de carcasa y jóvenes. Ahí es donde deben ser celosos en premiar al productor que cumple con esos parámetros. Eso les abarata costos y asegura calidad exportable”, subrayó.
Para Canillas, el contexto actual habilita la adopción de tecnología, aunque advirtió que este equilibrio es frágil. “Hay momentos en que el precio de la carne baja y el maíz sube, y esa relación golpea fuerte al productor. Ahí se frena la inversión, se pierden oportunidades y el ánimo decae”, señaló.
Cuando eso ocurre, agregó, “la cadena productiva se tranca, porque nadie quiere invertir en alimentación, que es la base de la conversión del ganado”. No obstante, aclaró que los sistemas actuales ya están pensados para adaptarse: “Se intensifica en pastura, pero cuando llega el invierno, se ajusta la carga y se encierra para terminar animales pesados, que se entregan mejor a la industria”.
En cuanto al rendimiento, remarcó la importancia de producir animales con buen peso y calidad. “Una carcasa de 270 o 280 kg ayuda muchísimo a la industria. No es lo mismo que una de 220. La calidad se mide por la terneza y por la juventud del animal, y nosotros tratamos de producir animales de entre 18 y 22 meses”, subrayó.
También insistió en la necesidad de invertir desde etapas tempranas. “Eso nos motiva a apostar por la genética, alimentar desde el pie de la madre, y diseñar un modelo de recría que garantice calidad, tanto en pastura como en corral. Un sistema integrado de cría, recría y engorde funciona muy bien”.
Finalmente, reflexionó sobre la importancia de una cadena de valor bien articulada. “La relación entre industria y criador debe ser sólida. Si hay demasiada variación de precios, el productor se desanima, abandona la ganadería y se va a la forestación o la agricultura. Pero si los precios se estabilizan, podemos integrar carne, agricultura y forestación, y explotar el potencial del campo de forma rentable”, concluyó.