La producción de carne bovina en Sudamérica enfrenta un escenario cada vez más exigente en términos de competitividad, eficiencia y acceso a mercados. En ese contexto, el debate sobre el uso de hormonas o promotores de crecimiento vuelve a ganar espacio dentro del sector ganadero, impulsado por la necesidad de mejorar los márgenes productivos sin resignar estándares sanitarios ni comerciales.
Desde la mirada de Fernando Storni, presidente de la Cámara Argentina del Feedlot, se trata de una discusión técnica y estratégica que Argentina, y por extensión la región, aún se debe. “Es una herramienta tecnológica habilitada, válida e inocua, que nosotros tenemos restringida por una decisión política y comercial vinculada principalmente a la Unión Europea”, señaló el dirigente en diálogo con Valor Agro.
Storni remarcó que la prohibición del uso de promotores de crecimiento implica una autorrestricción productiva, especialmente cuando muchos mercados, incluido el mercado interno argentino, sí admiten carne proveniente de animales tratados con estas tecnologías. “Estamos resignando mejoras de eficiencia del orden del 10, 15 o incluso 20%, que son claves cuando hablamos de competitividad en un contexto macroeconómico inestable”, afirmó.
En ese sentido, recordó que varios países competidores utilizan estas herramientas sin afectar su inserción internacional, aplicando esquemas de segregación de mercados. “Estados Unidos vende carne sin hormonas a la Unión Europea, pero utiliza promotores para otros destinos. Esa lógica es la que nunca terminamos de discutir en serio en Argentina”, explicó.
Un antecedente internacional y la cuota 481
El Presidente de la Cámara del Feedlot también recordó que la creación de la cuota 481, destinada a carne de animales terminados a corral y sin uso de hormonas, surgió a partir de un reclamo de Estados Unidos ante la OMC contra la Unión Europea. “Es una muestra clara de que el comercio internacional ya resolvió esta discusión con esquemas diferenciados, no con prohibiciones totales”, subrayó.
Trazabilidad como llave para la segregación
Uno de los puntos centrales del planteo de Storni es el avance hacia una trazabilidad total, que permita dar garantías al mercado y habilitar sistemas productivos diferenciados. A partir de 2026, Argentina iniciará una nueva etapa con identificación electrónica obligatoria, lo que, según el dirigente, abre una oportunidad clave.
“La trazabilidad total nos permitiría pensar producciones segregadas con seriedad y control estatal. Si un mercado no quiere determinados insumos, se le puede ofrecer un producto específico y que pague ese diferencial”, explicó. En esa línea, advirtió que una trazabilidad parcial, limitada solo a la etapa de engorde, “termina siendo incompleta” y reduce el potencial del sistema.
Un debate que el sector debe dar
Storni reconoció que cualquier cambio genera resistencias, pero insistió en que el sector no puede postergar indefinidamente esta discusión. “Argentina está perdiendo una herramienta que usan muchos de nuestros competidores. Es sano que empecemos a conversar este tema en profundidad y con datos técnicos”, afirmó.
Finalmente, planteó que el debate sobre hormonas y promotores de crecimiento no debe verse de forma aislada, sino como parte de una estrategia más amplia frente a las barreras para-arancelarias y las crecientes exigencias de los mercados. “Tenemos que estar preparados para responder con segregación, trazabilidad y eficiencia. Si no damos ese paso, vamos a seguir perdiendo competitividad”, concluyó.
