El impacto económico de la garrapata es mucho mayor de lo que el productor imagina. Según explicó Patricia Ortíz en el podcast +Valor, los estudios más recientes en la región muestran pérdidas de hasta 35 dólares por cabeza en la recría y 8 dólares en terminación, solo por el efecto directo de la infestación.
“El daño económico no se limita al costo de los tratamientos o los productos sanitarios”, aclaró la especialista. “La garrapata consume sangre, provoca pérdida de peso, debilita al animal y lo deja expuesto a enfermedades como la tristeza parasitaria. Eso se traduce en menos kilos, menos terneros y más tiempo para llegar al peso de venta”.
Ortíz señaló que el problema se multiplica cuando los animales se mueven entre regiones o ingresan sin protocolos sanitarios adecuados. “Cada animal que entra sin control puede ser portador de garrapatas resistentes o de enfermedades. Es un costo invisible, pero enorme para el negocio”, explicó.
La especialista insistió en que controlar la garrapata es una inversión, no un gasto. En un contexto de buenos precios de la carne y del ternero desmamante, descuidar el control sanitario puede significar perder parte del margen que tanto cuesta construir.
“Un plan sanitario bien hecho, acompañado de diagnóstico y uso racional de los productos, puede mejorar la rentabilidad sin aumentar la carga ni los costos fijos”, aseguró Ortíz.
Para finalizar, la veterinaria planteó un desafío: incorporar la sanidad dentro de la estrategia económica anual del campo. “Muchos productores piensan en la garrapata solo cuando la ven. Pero el verdadero cambio ocurre cuando la incluyen en la planificación, igual que la pastura o la suplementación. El control sanitario también genera rentabilidad”, concluyó.

