Considerado por analistas como “motor económico” del país, las pequeñas localidades de Santa Rita y Naranjal son responsables por la producción de cerca del 30% de toda la soja producida en el país; 37% del trigo y 29% del maíz.
Además, se indica que las fincas de la zona se ubican como las de mejor rendimiento por hectárea del país gracias a la calidad de sus tierras, lo cual ha sido aprovechado y apuntalado con una fuerte inversión para la implementación de tecnología de punta, tanto en material genético para la siembra, como en sistemas de regadío, cosecha y almacenamiento mecanizado.
HISTORIA
Apenas iniciada la década del ‘70 en el siglo pasado, el gobierno de Alfredo Stroessner emprende una campaña de marketing con la intención de atraer a pobladores brasileños hacia una zona por entonces inhóspita y casi desocupada del Paraguay. Los propios colonos pioneros que ocuparon las tierras se quejaron de propaganda extorsiva ante un territorio casi salvaje al que fueron confinados, a pesar de admitir que las parcelas fueron pagadas tan bajo que, “bastaban algunas sacas de la producción para liquidarlas”.
Sin embargo -y de allí nace la corriente crítica frente al espíritu y la mentalidad perezosa del paraguayo- el territorio en cuestión no ha llegado a ser el más productivo del país en un período relativamente corto de tiempo, sin el duro trabajo, la inversión, la innovación y la cooperación; algo que se terminó de asociar a una cierta “raza” brasileña o menonita, y exento en el gen de los nacionales.
CUESTIONAMIENTOS
Ante la cuestión de por qué en la zona las cosas funcionan, todos coincidieron en que al paraguayo le caracteriza la “falta de ideas y la incapacidad de planificar”.
Cuando preguntamos a qué se refiere con ‘falta de ideas’, surgieron ejemplos como que la falta de innovación empuja a las masas a repetir un mismo esquema de negocios exactamente igual: “Cuando sobre la Ruta 2, en la zona de Barrero a alguien se le ocurrió venderle chipa con cocido a los conductores, al día siguiente todos estaban vendiendo la misma chipa con el mismo cocido”, ó “cuando se puso de moda el césped artificial y las canchas de fútbol suizo, había una en cada esquina; hoy todas están quebradas y, así, se puede seguir con tantos otros ejemplos”, decía uno de ellos, quien pidió no ser identificado.
Otro reconoció que la presencia brasileña en las zonas de Santa Rita y Naranjal es tal que, no solo el idioma universal es el portugués (en las escuelas se enseña en la lengua extranjera y los medios de comunicación local son transmitidos en portugués), sino que la moneda es el real.
CONTRACARA
Es imposible pasar por alto el hermetismo de los colonos para con los locales.
Limitados estos últimos a tareas de servidumbre, se quejan de discriminación. Los brasileños alegan que “son haraganes” y “perezosos”.
Si miramos la historia del propio Brasil, vemos que las marcadas épocas de su economía coinciden con el arribo de una serie de inmigrantes distribuidos a lo largo y ancho del territorio y que, la clave del suceso económico de este que se yergue como el mayor de los mercados de la región, se debe a que el inmigrante se mimetizó con los locales hasta tal punto que los únicos vestigios que quedan son ciertos rasgos físicos (cuando perceptibles).
Fuente: 5 dias