El primer animal transgénico legalizado en Estados Unidos para el consumo humano es un salmón al que le va a costar todavía mucho esfuerzo llegar al plato, vistos los recelos que ha despertado en los mercados de ambos lados del Atlántico.
A pesar de la reciente autorización de la agencia estadounidense de alimentos y medicamentos, el salmón de la empresa AquaBounty ha vuelto a enfrentar a los defensores y detractores de los organismos modificados genéticamente (OMG)
En su caso, se sirve de una mayor producción de hormona de crecimiento como resultado de un gen importado de otra especie de pescado para crecer en menos tiempo del que necesitaría de forma natural.
El especialista en Pesca de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Devin Bartley, afirmó que se trata de «un paso adelante». Subrayó que se requieren «alternativas creativas, socialmente aceptables, inocuas y respetuosas con el ambiente» para atender la demanda de pescado de una población mundial en aumento y, en este sentido, la ingeniería genética es una «opción real».
Recordó que este nuevo salmón ha pasado por numerosos controles que garantizan su consumo y que, aunque las autoridades han exigido que se críe en instalaciones terrestres y no en el océano para evitar fugas, los riesgos ambientales también existen en cualquier tipo de granja o sistema de cultivo.
«En la FAO no miramos específicamente a la tecnología con la que se produce un organismo, sino a los cambios que la tecnología genera en los organismos porque se puede crear un animal muy peligroso a través del mejoramiento genético tradicional o un animal muy seguro mediante ingeniería genética», asegura Bartley.
Frente a la comunidad científica, que aboga por seguir investigando y producir alimentos de modo más eficiente y con menos recursos, otros sectores no lo tienen tan claro y pronto han aparecido las presiones para que ese pescado no se comercialice.
Supermercados y cadenas de distribución de EE.UU. ya han manifestado su intención de no vender por ahora lo que los críticos han bautizado como «Frankenfish».
Al otro lado del océano Atlántico el proceso está mucho más en ciernes. Como explica el investigador del Consejo italiano de Investigaciones Roberto Defez, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria no permite el comercio de animales transgénicos en la Unión Europea (UE).
«Existe un proceso larguísimo para su autorización en Europa y, aunque llegara, luego está la elección de las grandes cadenas de distribución y supermercados, que normalmente no quieren vender productos etiquetados como OMG», apuntó Defez.
En la UE solo se cultiva un tipo de maíz transgénico, de la multinacional Monsanto, mientras que se importan 58 organismos genéticamente modificados, sobre todo piensos para el ganado. Actualmente 19 de estos países han notificado su intención de prohibir el cultivo de esas variedades en su territorio.
Mientras, una propuesta de la Comisión Europea pretende dar más libertad a los Estados para vetar importaciones de alimentos transgénicos, a lo que el Parlamento Europeo se opone por las posibles distorsiones en el mercado interno.
Defez llama a reconocer abiertamente que en el continente muchos productos típicos de calidad derivan de animales nutridos con organismos modificados genéticamente y hay materiales sanitarios que se producen con algodón transgénico.
En Italia, uno de los países contrarios al cultivo de transgénicos, no acaban de ver algunos beneficios atribuidos a la ingeniería genética, como la protección de la biodiversidad o la reducción de la dependencia de los pesticidas.
Stefano Magini, responsable de Medioambiente de la asociación Coldiretti, consideró que después de muchos años los OMG siguen siendo percibidos como un riesgo «en términos de calidad» y están alejados de la «identidad» de la agricultura tradicional del país.
«El riesgo cero de los OMG no existe, son organismos modificados que no podemos controlar y que no siguen las reglas de los organismos naturales», dijo Federica Ferrario, de Greenpeace Italia.
La activista reclama el etiquetado especial de los productos transgénicos (algo que en general es obligatorio en la UE pero no en EE.. UU..) por un «mínimo de transparencia e información al consumidor».
La agencia estadounidense no lo considera necesario en el caso del nuevo salmón al no ver diferencias biológicas relevantes entre el de AquaBounty y los otros.
Fuente: Agritotal