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A reforestar el Paraguay

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A reforestar el Paraguay

Hoy se celebra el Día del Árbol en nuestro país. La fecha fue establecida en 1904 inicialmente para el 14 de julio, por iniciativa del sabio Moisés Santiago Bertoni, pero, posteriormente, en 1954 el Ministerio de Educación dispuso el recordatorio para cada 19 de junio, a fin de dar realce a un tema que en la actualidad revierte importancia superlativa, pues tiene que ver no solo con las generaciones presentes sino también, y sobre todo, con aquellas por venir. En este sentido, además de bregar por la recuperación de la masa boscosa que fue dilapidada, la práctica de reforestar entraña una cuestión eminentemente ética.

La celebración se centra hoy en poner de relieve cuán importante es proteger las escasas áreas de bosques que aún quedan y, más propiamente, emprender la ingente tarea de su recomposición, teniendo en cuenta los múltiples beneficios que ofrecen. Se puede citar, en primer lugar, que frente al actual calentamiento de la tierra, los árboles absorben del aire el dióxido de carbono (CO2), gas con altas propiedades de efecto invernadero. Asimismo, brindan otros importantes servicios ambientales, como dar alimento y refugio para la especie humana y animal; recuperar parte del paisaje originario; evitar la erosión del viento y del agua; purificar el aire en las ciudades; hacer más lenta la escorrentía de agua frente a posibles inundaciones; disminuir la contaminación auditiva; embellecer los espacios urbanos, y ayudar a combatir los terribles calores del verano.

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Lamentablemente, a sabiendas de los enormes beneficios que reportan los árboles, la deforestación en nuestro país está en el orden del día. A pesar de las normativas vigentes, principalmente la Ley 2524/04 “De Deforestación Cero”, que se encuentra en vigencia hasta 2018, se siguen tumbando hectáreas de bosques nativos. Una muestra penosa de ello es el reciente desmonte de unas 50 hectáreas en el distrito de Tava’i, departamento de Caazapá, donde los trabajos de tala se realizaron con maquinaria pesada, en flagrante violación de las leyes, y en las narices del jefe regional del Instituto Forestal Nacional (Infona), ingeniero Daniel Ojeda.

El deterioro de los recursos forestales del país es una realidad de total desprecio por la vida, que en términos concretos representa la devastación de la masa boscosa de nuestras dos regiones, que a la fecha solo cuentan con una exigua muestra de lo que fue la exuberante vegetación de nuestras tierras.

El Paraguay integra en la actualidad la lista de países latinoamericanos con el mayor porcentaje de tala de árboles en la región y, según la FAO, ocupa el sexto lugar entre los más deforestados del mundo.

Conforme al Balance Anual de Gestión Pública del 2015 del Infona, la cobertura de bosque, tanto para la Región Oriental como la Occidental del país, totaliza hoy unas 16.623.387 hectáreas. Esta cifra aparenta una gran superficie pero no obstante, contrastada con las que fueron deforestadas, impone una urgente práctica de reforestación que debe ser aplicada en el marco de la Ley Nº 536/95, “De Fomento a la Forestación y Reforestación”, que, a propósito, como tantas otras bien intencionadas leyes, ha quedado en el olvido.

Uno de los puntos gravitantes relacionados con el patrimonio boscoso del país ha sido siempre la desidia de las autoridades, que ha propiciado que en los últimos 50 años Paraguay perdiera el 90% de sus bosques, lo que equivale a la extinción de casi la totalidad de los recursos forestales. Por ejemplo, de los ocho millones de hectáreas que corresponden al Bosque Atlántico del Alto Paraná, en la Región Oriental, solo quedan cerca de 1.300.000, que se aprecian como pequeñas manchas captadas por el satélite. En el Chaco, en cambio, la deforestación supera las 200.000 hectáreas por año.

La acción del Infona, organismo del Estado creado por Ley Nº 3464/08, que tiene entre sus cometidos –en el marco de la Ley Nº 422/73, y de la mencionada 536/95– reverdecer el Paraguay, a fin de que este figure entre los mejores posicionados en materia de calidad forestal a nivel regional y mundial, deja mucho que desear y revela que esta institución no ha hecho sino seguir la lógica complaciente de mantener el estado de cosas, propiciando que invasores de propiedades privadas realicen ocupaciones con el exclusivo fin de deforestarlas, vender los rollos y, en los claros, cultivar marihuana, para luego abandonarlas y buscar otros sitios con bosques para invadir. Esta misma suerte se sigue para las áreas protegidas, las reservas privadas y los parques nacionales. Estos últimos, que deberían ser intangibles, son depredados a la vista de los organismos encargados de resguardarlos.

Entre tanto, las autoridades continúan en una total indiferencia, encerradas en sus oficinas, elaborando informes que no se corresponden con la realidad. A este paso, dentro de pocos años, los escasos bosques que aún quedan en el Paraguay serán solo un mero recuerdo.

Ojalá ya no se produzca el doloroso lamento del chamán Tupã Ñevangávy, de la colonia Acaraymi, Alto Paraná, que decía: “Heta mba’e roreko’akue. Ko yvy ore mba’e voi, ha paraguayokuéra oipe’a orehegui. Ka’aguy ore mba’e avei, ha paraguayokuéra oipe’a avei orehegui, ha omoperõmba. Ko’ága ore ndoroguerekovéima mba’eve. Opaite ka’aguy, ore mboriahu, ore rasy, ha upéicha ropa rohóvo” (“Nosotros éramos ricos, esta tierra era nuestra, y los paraguayos nos la quitaron. El monte también era nuestro, y los paraguayos también nos lo quitaron y lo arrasaron. Ahora no tenemos nada. Se acabó completamente el monte. Somos pobres, estamos enfermos, y así nos vamos extinguiendo”).

Fuente: ABC