El arrastre de números muy malos del fin de 2015 anticipa una caída del PBI en 2016 que S&P estimó en no menos del 3 por ciento.
Un temor domina el horizonte del gobierno de Dilma Rousseff y es que la recesión “se prolongue demasiado”. Fue lo que confesaron a iEco, la semana que pasó, dos altos funcionarios de Brasilia: el ministro Armando Monteiro de Desarrollo e Industria y el asesor internacional Marco Aurelio García. La jefa de Estado y el jefe de Hacienda, Nelson Barbosa, prometieron que a mediados del año la actividad productiva debería empezar a crecer progresivamente. Pero lo cierto es que 2015 terminó con una caída de nada menos que 4,08%, según el indicador que acaba de publicar el Banco Central (BCB).
El informe de la institución, que vio la luz el jueves último, revela otros datos: el retroceso de la economía se intensificó el último trimestre de 2015. El desempleo (ver recuadro) llegó al 9% en noviembre pasado, alcanzando el nivel más alto desde que comenzó a medirse ese indicador. Son los peores números desde que gobierna el PT.
Esto representa, afirma el BCB, “un aumento de la herencia negativa” para 2016. Los peores resultados del período octubre-diciembre del año pasado correspondieron a la industria, el comercio y los servicios. El PBI industrial derrapó 3,9% en los esos tres meses y las ventas minoristas disminuyeron 2%. Los servicios retrocedieron 5,7%.
A juzgar por la consultora Standard & Poor´s, el mal desempeño de la economía del país “tiene que ver más con la política doméstica que con la situación internacional”. La agencia internacional rebajó el miércoles por segunda vez el rating soberano brasileño de BB+ a BB, lo que lleva a un alto grado especulativo las inversiones en moneda extranjera. Para los analistas de S&P, la contracción económica para este año será de no menos de 3% del PBI. Las estimaciones no solo tienen cuenta, según dijeron, la caída en el precio de los commodities. “Es claro que el escenario global dificulta. Pero lo que causó el rebaje de Brasil son la falta de políticas internas o acciones inadecuadas”. De acuerdo con esta calificadora de riesgo, hay “un deterioro, un perfil más débil, desde que cortamos el rating en septiembre del año pasado. El riesgo de la política fiscal continúa todavía muy alto”. Menos pesimista, un dossier de la consultora Capital Economics apuesta a que la recesión comience a amainar este año. “Aun cuando se insinúe la remontada de la economía hacia fin de año, los inversores deben prepararse para una recuperación dolorosamente lenta y para una expansión de los próximos años más débil que en el pasado”. Desde una visión no ortodoxa Paulo Kliass, doctor en economía y experto en gestión gubernamental, considera que será preciso “volver a Tierra, poner los pies en el piso y enfrentar las dificultades de todo orden”. Sostiene que hubo una expectativa alentadora cuando el actual ministro Barbosa sustituyó al cuestionado Joaquim Levy, justo a fin de año. Pero las esperanzas de cambio de rumbo se diluyeron rápidamente: “El ministro Barbosa volvió con la perorata del ajuste fiscal y la necesidad de imponer una sistemática reducción de gastos públicos, al tiempo que promovió una reforma previsional a corto plazo”. El académico evaluó que “mantener los cortes en políticas sociales y en inversiones no hará más que profundizar el cuadro recesivo. En ese contexto, una reforma de las jubilaciones no resuelve los problemas en el corto plazo y debilita al sistema en el largo plazo”.
Lo cierto es que el ministro Barbosa optó por la variante más ortodoxa: el viernes informó un tijeretazo en el presupuesto nacional de 2016 de nada menos que 6.000 millones de dólares. El objetivo, dijo el funcionario, es cumplir la meta autoimpuesta por el gobierno de un superávit primario de 0,5% del PBI. Los recortes no tendrían efecto en caso de que el Congreso le apruebe al gobierno una alteración de los objetivos fiscales del año. Rousseff querría que los parlamentarios den vía libre a un superávit cero o incluso a un déficit de 1% del PBI.
Hay un sector de economistas que piensan que con el cambio devaluado habrá un impulso a las exportaciones y una reducción de las importaciones. Hasta ahora, el efecto sólo se hizo notar en el saldo de la balanza comercial. Pero lejos de aumentar, las exportaciones brasileñas cayeron 18% en enero pasado, comparadas con las de enero de 2015. Sólo que las importaciones cayeron muchísimo más: 39%. Eso explica que los resultados del comercio exterior continúen positivos para Brasil. Los agentes del mercado sostienen que “esa mejora fue impresionante en los últimos meses”. No creen tampoco que la situación de China, que es el principal socio comercial de Brasil, vaya a empeorar. El gigante asiático, dicen, no entrará en colapso y probablemente se asista a una cierta recuperación de los precios de los commodities en la segunda mitad de 2016. De acuerdo con Capital Economics, lo más preocupante viene del ámbito político. En su informe evalúa que “la crisis política que afectó al gobierno todo el año pasado todavía no terminó y la incertidumbre que genera continuará pesando sobre la desconfianza empresarial, tanto este año como el próximo”.
De acuerdo con directores de grandes fondos de inversión, “hoy, lo que ve el mercado es el riesgo de volver a las condiciones que existieron entre 1995 y 2005, cuando el rating del país quedó entre B+ y BB-”. Hay también una conclusión: hasta ahora no hubo retiros de recursos del país, a pesar de la pérdida del grado de inversión. Y nadie vislumbra que lo haya en el futuro. Lo que sí se afirma es que aumentarán los costos de financiación, tanto del Tesoro como de las empresas. Por otro lado, se prevé una posibilidad de que el gobierno de Rousseff use la inflación para minimizar el déficit. Es decir, la inflación corriente sube mas que la esperada y la recaudación del gobierno sube a tasas superiores que el pago de los compromisos. Quienes poseen títulos prefijados tendrán en ese caso pérdidas reales. Según la calificadora Standard & Poor´s, Brasil no llegó a esa situación, pero como esa película ya se vio en otros lados, ahora quieren protegerse. La deuda pública federal, en reales y en divisas extranjeras, ascendió el año pasado a 750 mil millones de dólares y representó una suba de más de 20% con relación a 2014. Ese crecimiento ocurrió porque el Tesoro decidió emitir más títulos y rescatar menos. Pero también influyó, y de manera decisiva, el fuerte aumento de la tasa de interés verificada a lo largo de 2015.
De acuerdo con el informe del organismo, éste está preparado para enfrentar las inestabilidades económicas. Cuenta con un colchón para cubrir medio año de vencimiento de la deuda interna. Indicó, también, que tiene dólares de sobra para cubrir todos los vencimientos de la deuda externa de 2016.
Fuente: Agritotal