Las comparaciones siempre son odiosas y, generalmente, terminan afectando o hiriendo a alguien; sin embargo, tal como el sol no se tapa con un dedo, así sucede con la producción agropecuaria de nuestro país y la de nuestros poderosos vecinos (Brasil y Argentina), principalmente en lo referente a la agricultura familiar campesina o pequeña agricultura, como se la quiera llamar.
En esta oportunidad quisiera hacer una comparación entre lo que es la pequeña producción en Paraguay y en el Brasil, si bien la diferencia poblacional es abismal, de 7 millones ante 204 millones de habitantes, la posibilidad de usar tecnologías, de aplicar conocimiento y de lograr mejores condiciones de vida no tienen barreras.
Ya hace años, nuestros vecinos cuentan con un sistema denominado “Plan Zafra” (Plan Cosecha), que consiste en un financiamiento para pequeños, medianos y grandes productores, destinado al sector agropecuario, con tasas de interés anuales muy bajas, que van desde el 2 por ciento por año para pequeños productores y el 7 por ciento para los grandes; en Paraguay, en cambio, no existe ningún plan anual y los intereses de los préstamos están entre el 15 por ciento anual a nivel Estado y ni hablemos a nivel privado.
El Gobierno de Brasil ha destinado a este “Plan Zafra” la suma de 57.940 millones de dólares, a fin de que el agro pueda cumplir su objetivo de alimentar al mundo.
Este “Plan Zafra” es lanzado habitualmente en el mes de mayo, ya que el año agrícola en el país vecino va de junio a junio, y a partir de este lanzamiento toda la cadena de Agronegocios empieza a meter segunda y tercera para acelerar la economía.
Conversando con periodistas del sector económico rural brasileño, los mismos nos explicaban que en su país ya ha pasado todo aquello que ahora estamos pasando en Paraguay, y que tiene que ver con la falta de pago de créditos por parte de pequeños productores, falta de asistencia técnica, ausencia de canales de comercialización, desarraigo de las familias motivadas por las necesidades, etc. Sin embargo, han superado muchos de esos problemas gracias al orden que han impuesto en toda la cadena productiva.
En Brasil, el pequeño productor tiene la posibilidad de recibir un crédito, a baja tasa de interés, pero que conoce de un seguimiento para que el mismo destine ese dinero a la producción. En Paraguay, el crédito tiene un alto interés, se debe hipotecar lo que se tiene, no existe un seguimiento de “en qué se usa el dinero”, y en caso de imprevistos (climáticos) tampoco existe un seguro agrícola.
Nuestros vecinos pequeños productores reciben asistencia técnica, se hacen proyectos anuales de producción con los técnicos, existe un seguimiento para lograr el éxito del cultivo y se cuenta con canales de comercialización. En nuestro país casi no llega la asistencia técnica, los técnicos no tienen recursos y no pueden hacer el seguimiento a los productores debido a la fragilidad institucional (declaran que tienen el dinero, pero se dilapida), y los canales de comercialización no son directos, generalmente el intermediario se lleva todas las ganancias.
Cuentan con instituciones como la Embrapa (Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria), que permanentemente están creando nuevas tecnologías para el pequeño productor, y socializando dichos trabajos. Acá, la investigación es casi una grosería, aquellos técnicos dedicados a esto no son reconocidos y los que logran algo es más por pasión y amor a lo que hacen que por apoyo gubernamental; es decir, la inversión en este rubro casi no existe.
Gracias a un importante trabajo, el agro brasileño cuenta con zonificaciones en donde se ha logrado potenciar a los pequeños productores a producir rubros específicos, sean frutas, hortalizas o pequeñas cuencas lecheras. En este bendecido país, se sabe cuáles son las mejores zonas de producción, pero no se potencian, no se instalan industrias para dar un valor agregado a aquel producto fresco.
Realmente, si siguiéramos comparando las ventajas que tiene el pequeño productor brasileño, en donde ya cambiaron el nombre, pues se denomina “agricultura familiar mecanizada”, con relación a lo que reciben por parte del Estado nuestros pequeños agricultores, necesitaríamos un libro de 200 páginas.
El punto es que nuestros vecinos no están haciendo nada de otro mundo, han superado todos los problemas que nosotros estamos viviendo ahora, con orden, trabajo y tecnología.
Falta un compromiso por parte de nuestro Gobierno con los pequeños productores, pero también falta que esos productores cumplan con su parte. Los buenos ejemplos hay que imitarlos y mejorarlos, porque como dicen, lo que es bueno para el campo, es bueno para el país.
Fuente: ABC