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Amigos son los amigos, pero en política comercial, mercado es desarrollo

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Amigos son los amigos, pero en política comercial, mercado es desarrollo

Carlos Carvallo – doctor en Economía, consultor en Economía y Negocios y exmiembro titular del Directorio del BCP (2015-2020)

El 2020 ha sido un año muy particular, el mundo recibió un shock de oferta global, amplificado por un shock de demanda producto de las medidas sanitarias de aislamiento que se implementaron para enfrentar el potencial efecto contagio masivo del virus. Entre abril y junio, la economía global desbarrancó.

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Esta coyuntura se reflejó en las condiciones del comercio internacional, que como primera respuesta se redujo notoriamente, pero donde además, las condiciones impuestas por la naturaleza del virus, permiten vaticinar mayor complejidad en las transacciones internacionales y, por ende, la necesidad de más inteligencia comercial, políticas de competitividad y un mayor esfuerzo proactivo para la apertura de mercados.

En este marco, la política comercial se convierte, más que nunca, en uno de los ejes fundamentales de la estrategia de desarrollo socioeconómico del país y, como tal, debería constituirse en una política de Estado fundada conceptual y empíricamente sobre la base de qué es lo mejor para el bienestar de la población. Las razones remiten tanto a aspectos de coyuntura como a cambios estructurales en la economía internacional.

Por el lado de la coyuntura, la temporalidad del shock se aprecia en la utilización de políticas fiscales y monetarias expansivas en magnitudes sin precedentes a nivel mundial, y en la consecuente recuperación de la economía global a partir del tercer trimestre 2020.

Sin embargo, un aspecto distintivo es la asimetría en la velocidad de recuperación económica de los países, en particular cuando se observa a China dentro de la muestra. La economía de ese país asiático es como un Ferrari que puede frenar súbitamente, pero es capaz de acelerar de 0 a 100 en pocos segundos. El primer trimestre tras explotar el COVID-19, su nivel de actividad cayó 6,8% (primera caída trimestral desde 1992), y ya en el segundo trimestre estaba creciendo a 3,2%. Tal es así que se estima que creció 2% en el 2020, en contraste con una caída estimada, en promedio, en torno a 4,4% de la economía mundial. Las perspectivas de crecimiento para China para el 2021 se ubican por encima de 8%.

Esta asimetría en los procesos de recuperación del nivel de actividad entre los países, se suma a la actual coyuntura favorable de dólar barato, precios de los commodities en alza y tasas de interés internacionales bajas. Los fundamentos detrás de este ciclo llevan a caracterizarlo como  transitorio, y se podría  revertir más temprano que tarde. A pesar de los recientes anuncios de la FED acerca de la continuidad de la política de expansión monetaria, la rápida reactivación de la economía norteamericana anticipan un escenario de gradual retiro de los estímulos fiscales, y una estrategia creíble de reducción del déficit antes de lo esperado. O sea, viento de cola, pero que no duraría lo que el último -histórico- megaciclo del precio de los commodities. Estar vinculados a mercados dinámicos como el de China operaría como un reaseguro para cuando esta situación se revierta.

Pero más allá de estos factores coyunturales, el dinamismo y resiliencia de la economía china que la pone a escasos tres años de convertirse en la mayor del mundo, nos remite a cambios estructurales en la economía mundial que deben ser consideradas desde una perspectiva de más mediano-largo plazo.

Durante los últimos treinta años, la economía china creció a un promedio anual de 9,5%, conduciendo a una urbanización acelerado del país, y a la irrupción de una clase media consumidora (la más grande del mundo) altamente demandante de proteínas. Los países latinoamericanos se han visto beneficiados por este dinamismo ya que es el principal socio comercial e inversor en la región y “el mercado” para los países productores de alimentos.

Es el primer importador mundial del complejo sojero, demanda que ha tenido un aumento constante en los últimos veinte años, pero dado que Paraguay no accede directamente a este mercado, impacta negativamente en los márgenes, que terminan siendo distribuidos entre otros agentes del mercado internacional.

Lo mismo ocurre con la carne bovina, cada vez más popular en la dieta alimenticia de la nueva clase media de China. Entre los países del Mercosur, ese mercado representa casi el 60% de las exportaciones de carne de Argentina, Brasil y Uruguay, siendo que nuevamente Paraguay no accede. Hoy China es el mayor importador de carne del mundo, y esa tendencia es creciente. En 2016, sus importaciones de carne representaban la mitad de las importaciones de Estados Unidos, hoy, sólo un lustro después, casi la duplican. La guerra comercial con Estados Unidos y la fiebre porcina africana han elevado aún más el consumo de carne bovina, con el consecuente impacto en el precio internacional, aumentando así el margen del negocio para los productores. Ese crecimiento, por encima de 200%, de las importaciones chinas de carne en los últimos cinco años, las posiciona por lejos como las más dinámicas del mundo. Mientras, nuestro país sigue atado a mercados poco dinámicos, volátiles y de bajo retorno.

La contracara: el mercado de carne más importante para Paraguay es Rusia, cuya demanda cae 25% en el mismo periodo.

Esta reconfiguración de los mercados de commodities es una tendencia que tiende a profundizarse. Desde mediados de los 2000, en particular luego de la crisis financiera de 2008-09, en que se derrumbaron las economías desarrolladas como mercado de destino de la produccción china, y dada la magnitud del ahorro acumulado durante décadas, China pasó a impulsar su crecimiento sobre la base de la demanda interna, siendo el consumo doméstico uno de los componentes que ha resultado más dinámico. Esta  tendencia es sustentada en el gasto de la nueva clase media, que tiene hoy, en sus regiones más desarrolladas, ingresos comparables a los de los consumidores norteamericanos, y que se estima que este segmento de la población ascenderá a 1.000 millones de personas para 2030. Para esa época, más del 70% de la población china residiría en zonas urbanas, y en torno a 250 millones de trabajadores serán profesionales con grado universitario. El acceso a internet y las tecnologías de vanguardia también será masivo para esa época. O sea, en China se prevé un escenario de más consumidores, con más poder adquisitivo y con demanda más sofisticada.

Por tanto, más allá de los ciclos, se viene registrando una tendencia que explica por qué China se ha convertido en la locomotora del mundo. No se puede obviar que los mercados más dinámicos del mundo van a estar en Asia, y la nave nodriza es China.

Mientras tanto, desde el ámbito regional, si bien el Mercosur puede seguir jugando un rol para algunas cadenas de valor donde Paraguay puede construir/consolidar ventajas competitivas regionales en algunos sectores, no es menos cierto que hay que repensar su arquitectura. El AEC es hoy un anacronismo que debería ser modificado, así como todas las restricciones que sustentan la unión aduanera sin futuro en el nuevo -no tan nuevo- escenario mundial, y que operan más bien como corsé para avanzar hacia nuevos acuerdos, ¿por que no, en diferentes velocidades? El otro socio pequeño del Mercosur, Uruguay, ha emprendido una cruzada para flexibilizar el bloque, deberíamos subirnos sin dudar a ese carro y empujarlo juntos.

En este nuevo normal, no internalizar en la estrategia de inserción externa del país, los mencionados cambios en el escenario global, que vinieron para quedarse, es algo que nos está costando muy caro, y todo lo antes referido indica que, ese costo, sólo puede aumentar.

Por otro lado, mientras los acuerdos comerciales regionales y extrarregionales siguen su curso, condicionados por las restricciones normativas y por los diferentes intereses que deben ser armonizados en un proceso de negociación, hay un espacio relevante para decisiones de política comercial que dependen en exclusividad de nuestro país. No se puede desconocer la importancia del mercado chino, y los países pequeños y abiertos no pueden definir su política exterior desde la ideología o las emociones. Los criterios económicos y de acceso a mercados son muy relevantes porque afectan el diseño de la estrategia de desarrollo e impactan en el ingreso y el empleo de los ciudadanos.

Los productores agro-ganaderos han hecho mucho en los últimos años para aumentar la calidad de sus productos y añadir innovación y conocimiento. Nueva Zelanda y Australia nos demuestran que el sector primario con innovación es fuente de desarrollo, y es hora que las políticas comerciales hagan lo suyo, facilitando que se pueda competir en igualdad de condiciones en los mercados más dinámicos.

Entrevista publicada en la edición de marzo de la Revista ARP (oficial de la Asociación Rural del Paraguay).